Si observamos la foto de un niño riendo a carcajadas y otra del mismo niño llorando, en verdad no se podría definir con simple fotografía, cuál es la emoción que refleja en cada uno de los momentos, cuando se ríe o cuando llora; porque los gestos están definidos por los mismos músculos que accionan los movimientos de su cara. En Villa La Mata pasa lo mismo, pero no con el niño imaginario, sino con los espacios creados por el Ayuntamiento local. Tan cerca está el espacio público de esparcirse, con el espacio donde se derrama el dolor de los difuntos, que una actividad debe darle el paso al otra. El Ayuntamiento a remozado el entorno del cementerio sito en la calle principal (al lado de la factoría), pero como parece no haber encontrado un espacio más adecuado o quizás para embellecer la zona del cementerio, se ha construido el parquecito en el frente del cementerio (el cementerio queda parte atrás del parquecito); tanto así que en la celebración de la misma inauguración del parque, debieron parar el evento musical para dar paso a los deudos con el difunto, supongo para luego continuar con el mambo violento de Omega. No duden que cada quien le seguirá dando siempre el justo uso a cada espacio. ¿Cómo pondrán la cara, con su vaso “font” en la mano, quienes beben, esperando que se vaya la multitud que llora desconsoladamente? ¿Qué será más difícil, acompañar un ataúd y encontrarse con la zona encendía, música, “romo”, vasos y la pista caliente con el regetón o visto desde el otro ángulo, un público encendío y ver venir a lo lejos, el carro fúnebre con los familiares colgados del dolor? NO LO SABEMOS... pero como está ahora muy de moda, cumplir con el último deseo del difunto, con canciones como “cuando un amigo se va, de Alberto Cortés”, “a 7 pies de Tito Rojas”, “loco de amor de Luís Vargas y otras”, entonces sería el único momento en que se podrían “celebrar” en armonía ambos eventos en un pueblo que ríe sus penas y llora sus alegrías... 
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