Especial para Acuarela...
De repente llegó. Silente, despacio, intruso y atropelladamente sutil. Su llegada fue un verdadero gesto de valentía. Eso sí, no tuvo necesidad de llegar como el ladrón en la noche de aquella canción citadina. Su arribo avasallador se produjo a plena luz del día. Como lo hacen los bravos. Cuando se le ocurría, se presentaba imponente al oscurecer, cuando la tarde sucumbía ante el manto negruzco y disimulado de la noche. Es más, creo que no temía a nada. Todo indicaba que su triunfo era real.
Y sucedió. Al fin sucedió. Con su estadía inesperada, se burló del cuaderno “Petete” que usaba para escribirle al futuro, burlarme del presente y expresar mis temores al futuro. Mis añoranzas se fueron al suelo. Temía abandonar mi humildad obligada. No, no quería dejarla así, de golpe y porrazo, y caer ante sus pies, cual esclavo acostumbrado moviendo entre sombras un trapiche globalizado. Pero llegaste, para mal o para bien, llegaste. Estás aquí, bien cerca de mí, tan cerca que puedo sentirte, tocarte, repudiarte, amarte, patearte cuando eres capaz de sonrojar mi existencia.
¿Qué puedo hacer contigo? No puedo abandonarte, porque me aislaría en mi propio mundo. Tampoco puedo botarte, porque ganaría un pasaje de ida, sin regreso, al pantanoso lago del rechazo social irremediable; implacable. Tampoco tengo valor para decirte: vete, aléjate de una vez, que ya no te quiero cerca
No hay nada que hacer. Estás aquí. Venciste. Sí, así como lo oyes, ganaste el pleito que te propusiste (me niego a creer que te lo impusieron la gente de allá). Quién lo diría, ahora tengo que usar una página blanquecina, cuadriculada y siempre dispuesta como adolescente enamorada; que se jamaquea con el sonido de un aparato llamado celular y desaparece con la luz de una bombilla debilucha
Jamás pensé que los cambios tenían el poder de hacernos tragar nuestra obstinación. Mucho menos pensé que sería esta la forma revolucionada de expresar mis mayores afectos y agradecimiento a un sujeto creativo, innovador y futurista, apodado Karpo. Gracias mil, compueblano decente, por abrirme un rinconcito en tu caverna cibernética
Dios bendiga al municipio de Fantino (ojala y esta bendición recaiga sobre el ineficiente síndico José Estévez. Ese caballero que en temporada de votos se muda para el destartalado Bacumí, a mostrar su carita engordada de YO NO FUI). OSCAR QUEZADA
De repente llegó. Silente, despacio, intruso y atropelladamente sutil. Su llegada fue un verdadero gesto de valentía. Eso sí, no tuvo necesidad de llegar como el ladrón en la noche de aquella canción citadina. Su arribo avasallador se produjo a plena luz del día. Como lo hacen los bravos. Cuando se le ocurría, se presentaba imponente al oscurecer, cuando la tarde sucumbía ante el manto negruzco y disimulado de la noche. Es más, creo que no temía a nada. Todo indicaba que su triunfo era real.
Y sucedió. Al fin sucedió. Con su estadía inesperada, se burló del cuaderno “Petete” que usaba para escribirle al futuro, burlarme del presente y expresar mis temores al futuro. Mis añoranzas se fueron al suelo. Temía abandonar mi humildad obligada. No, no quería dejarla así, de golpe y porrazo, y caer ante sus pies, cual esclavo acostumbrado moviendo entre sombras un trapiche globalizado. Pero llegaste, para mal o para bien, llegaste. Estás aquí, bien cerca de mí, tan cerca que puedo sentirte, tocarte, repudiarte, amarte, patearte cuando eres capaz de sonrojar mi existencia.
¿Qué puedo hacer contigo? No puedo abandonarte, porque me aislaría en mi propio mundo. Tampoco puedo botarte, porque ganaría un pasaje de ida, sin regreso, al pantanoso lago del rechazo social irremediable; implacable. Tampoco tengo valor para decirte: vete, aléjate de una vez, que ya no te quiero cerca
No hay nada que hacer. Estás aquí. Venciste. Sí, así como lo oyes, ganaste el pleito que te propusiste (me niego a creer que te lo impusieron la gente de allá). Quién lo diría, ahora tengo que usar una página blanquecina, cuadriculada y siempre dispuesta como adolescente enamorada; que se jamaquea con el sonido de un aparato llamado celular y desaparece con la luz de una bombilla debilucha
Jamás pensé que los cambios tenían el poder de hacernos tragar nuestra obstinación. Mucho menos pensé que sería esta la forma revolucionada de expresar mis mayores afectos y agradecimiento a un sujeto creativo, innovador y futurista, apodado Karpo. Gracias mil, compueblano decente, por abrirme un rinconcito en tu caverna cibernética
Dios bendiga al municipio de Fantino (ojala y esta bendición recaiga sobre el ineficiente síndico José Estévez. Ese caballero que en temporada de votos se muda para el destartalado Bacumí, a mostrar su carita engordada de YO NO FUI). OSCAR QUEZADA
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