Tanto la
ley electoral 275-97, como la percepción y el sentido común de la comunidad están verdaderamente cumpliendo con una
verdad invertida. Aunque la ley y las demás partes que hemos denominado no estarán totalmente
en contubernio para accionar como un plan de terror, cada una hace lo propio para presentarnos lo irracional de los procesos.
La ley debe ser reformada, pues en lo referente a la intención del voto de los ciudadanos, creemos que un munícipe debería votar como quiera; públicamente, si así lo quisiera, tomar videos, fotos; pues no es democrática una ley que cohíba la expresión y la íntima convicción.
Sin embargo ante la mirada indiferente de guardias, policías, ciudadanos y de todo el mundo se ejerce una violencia capital, con atropello de opositores políticos; muchos han perdido la vida, siendo arrastrados, abofeteados o desmoralizados solo por expresar el mismo sentimiento inicuo.
Se compran votos durante los 3 días que anteceden las elecciones y la noche anterior es que hay mambo, nadie se atreve a salir a menos que esté fuertemente armado y con numerosa compañía.
Ordaz salvajes como Atilas Rey de los Hunos recorren las calles y las zonas rurales. Comandos dirigidos por caciques locales, ex militares, deportados, tigueres y “tecanos” imponiendo la ley marcial si alguien suele oponerse a sus bellaquerías. No importa lo que ellos pretendan hacer, no pueden ser detenidos por la autoridad aunque vidas inocentes caigan en el vaivén de un frenesí político.
El día de las elecciones, en el entorno de las llamadas mesas de votación, una legión de seguidores con sus bolsillos llenos, compran a todos los que se quieran vender ante la mirada atónita e indiferente del pueblo. Aunque la débil ley lo prohíbe; todos lo celebran como trofeos de guerra cuando por míseros 100 pesos retienen su cedula, la cual luego botan en masa.
El poder de la ignominia es más poderoso que el simple sentimiento democrático de poder votar ante la mirada transparente de quienes observan.
Es delito mas oneroso portar un celular o una cámara al momento de votar, que cargar en sus bolsillos las cédulas compradas y el propio dinero para seguirlo haciendo cuando ejerza el sufragio. Lo malo de esto es que, es más “héroe” quien estropeó su pueblo, compró conciencia, amenazo y todas las demás diabluras, que poseer un equipo personal que no modificaría la intención del voto, ni seria lascivo para nadie.
Mientras las huestes de la muerte recorren el camino real, nuestro país sigue observando los mismos “héroes putrefactos”
regresando con sus trofeos en alto; haciéndonos ver como bueno lo incorrecto de una verdad invertida.