" Si los cristianos van al paraíso, prefiero ir al infierno ". Hatuey
Ese día pareciera que todos los elementos de la naturaleza se habían confabulado contra la débil india: El sol inclemente que besaba su rostro; la misma inclinación vertical de aquella montaña, que era cada vez mayor; y el dolor de su vientre, que era insoportable, como si el niño dentro quisiera salir de golpe.
Era una joven indígena, de unos 19 años. Piel canela, como todos los de su raza. Pelo largo que le llegaba hasta los glúteos. Con una estatura mediana. Delgada como la mayoría de las mujeres de su edad. Con los pies arrastro y el hambre tronando en su estomago, la india caminaba cuesta arriba de aquella montaña.
En su cabeza recorría, con imágenes vivas, los acontecimientos de los días anteriores, como si fuera una descripción de los dioses maligno sobre la tierra. Y fueron precisamente esas imágenes la razón por la ella había iniciado aquel viaje.
"Días atrás, llegó corriendo del río al oír gritos y se encontró que el infierno se había desatado en su aldea: Vio las casa ardiendo en llamas. Fue testigo cuando el cacique de su tribu, sus esposas y tres hijos fueron quemado vivo dentro de su propia choza. Sus ojos llovieron cuando los behíque fueron pasado por la espada, mientras un sacerdote les hablaba del paraíso. Sintió como suya el dolor de las jóvenes cuando eran violadas por aquellos monstruos salido de lo más profundo del mar.
Vio cuando ellos se persignaban cada vez que mataban a unos de los "salvajes" como ellos lo llamaban. Sintió en carne propia cuando los de su raza fueron hechos esclavos. Desde hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos, eran llevado como esclavo para servir como bestias, para así poder espiar sus pecados y así poder tener derecho a alcanzar la vida eterna.
Vio una cruz bañada de sangre, por donde quiera que los blancos pasaban". Fue por esa razón, que aquella joven indígena, huyó hacia la montaña. Con los nueves meses en su vientre; llegó hasta un precipicio, y dijo: "Ahora nacerás libre, hijo mío", y se lanzó al abismo.
F I N ...
ELINCOMODO ... (Escrita en octubre del 1992)
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